La Universidad de Puerto Rico que propone el Plan SoS UPR 2.0 debe ser modelo de eficiencia integral, en todas las áreas y dimensiones de su quehacer. No adoptamos el concepto “eficiencia” con ceguera e idolatría hacia una supuesta perfección de las empresas privadas. En Puerto Rico tenemos ejemplos sobrados de que lo privado no necesariamente es mejor. Sirvan como recordatorio infeliz, el sistema de salud y las telecomunicaciones. Tras el huracán María esos dos casos son, especialmente, tristes. La eficiencia integral que defendemos responde a la responsabilidad que tenemos con al país que subvenciona buena parte de nuestras tareas.
El Plan SoS UPR 2.0 revisa su sección de “Eficiencias” proponiendo una auto-evaluación crítica de todas las gestiones, procesos e instancias con el fin de asegurarnos que se reduce al mínimo la burocracia y la duplicación de funciones. Plantea, además, una estrategia constructiva para subir tasas de acceso, retención, persistencia y graduación (solo algunos de los indicadores importantes que permiten medir nuestra eficiencia). Pero, no nos quedamos ahí. Antes de hablar de cierre de programas, hablamos de limitar al mínimo los trámites para crear nuevos cursos y programas. Eso es también eficiencia académica. Antes de hablar de cierre de unidades, hablamos del cierre de Presidencia y de la Junta de Gobierno, de transferencia responsable de funciones y de darle un duro golpe, de una vez y por todas, a la intervención política partidista maligna y a la centralización ineficiente. Eso es también eficiencia administrativa.